En la Reunión de Miembros de IFFO 2025 celebrada en Madrid, el director técnico de IFFO, Brett Glencross, ofreció una visión detallada sobre las regulaciones actuales del transporte de harina de pescado y sus implicaciones para el sector de los ingredientes marinos.
La harina de pescado, un producto natural rico en ácidos grasos omega-3, es propensa a la oxidación, un proceso que, si no se controla, puede provocar combustión espontánea. Debido a este riesgo, la harina de pescado ha sido considerada durante mucho tiempo una mercancía peligrosa, clasificada por la Asociación Internacional de Coordinación de Manejo de Carga (ICHCA) como una carga preocupante para la seguridad de la cadena de suministro.
Para mitigar este riesgo, la industria ha utilizado tradicionalmente antioxidantes como la etoxiquina, que ayudan a estabilizar el producto y conservar su valor nutricional. Dos marcos regulatorios rigen el uso de antioxidantes en la harina de pescado: uno relacionado con la seguridad en el transporte y otro con la seguridad alimentaria y del pienso.
La supervisión del transporte recae en la Organización Marítima Internacional (OMI), una agencia de las Naciones Unidas encargada de prevenir la contaminación marina y atmosférica causada por los buques. Las directrices de la OMI se aplican mediante códigos internacionales desarrollados por su Comité de Seguridad Marítima (MSC), el órgano técnico de mayor nivel de la organización.
Dos códigos específicos afectan el transporte de harina de pescado:
- El Código Marítimo Internacional de Mercancías Peligrosas (IMDG): cubre mercancías envasadas o transportadas en contenedores.
- El Código Marítimo Internacional de Cargas Sólidas a Granel (IMSBC): regula las cargas a granel.
El Código IMSBC clasifica los materiales en:
- Grupo A: mercancías que pueden licuarse,
- Grupo B: mercancías con peligros químicos (por ejemplo, autoinflamación),
- Grupo C: materiales no peligrosos.
Prohibición de la etoxiquina
En 2017, la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) expresó su preocupación por la toxicidad de la etoxiquina, lo que llevó a su prohibición en 2022. Desde entonces, la industria de ingredientes marinos ha trabajado activamente en el desarrollo y ensayo de antioxidantes alternativos como el BHT y los tocoferoles, buscando su aprobación bajo las regulaciones de la OMI. Tras casi una década, este proceso está llegando a su fin.
Durante el último año, se han logrado avances importantes. La OMI aceptó recomendaciones de una propuesta peruana para modificar el código del Grupo B para cargas a granel, alineándolo con el código para carga en contenedores, resolviendo así discrepancias anteriores.
“Demostramos que podemos estabilizar la harina de pescado usando BHT y tocoferoles de forma efectiva, tanto en cargas pequeñas en contenedor como en grandes envíos a granel. Esto significa que la industria ahora solo necesita cumplir con un conjunto unificado de regulaciones, lo que simplifica significativamente las operaciones”, explicó Glencross.
Como parte del proceso, la OMI exigió pruebas en condiciones extremas, utilizando anchoveta peruana, conocida por su alto contenido en omega-3 y su volatilidad. Estabilizar esta harina requiere niveles de antioxidantes hasta diez veces mayores que los necesarios para especies como el capelán islandés, lo que generó preocupación entre los productores noruegos por el uso excesivo de tocoferoles.
Antes, la normativa exigía un nivel residual mínimo de antioxidantes (etoxiquina, BHT o tocoferoles) en el momento del embarque para confirmar una estabilización adecuada. Existía una cláusula, la Disposición Especial 928, que permitía obviar algunos requisitos si se demostraba seguridad mediante pruebas térmicas.
Inspirados por el caso de harinas vegetales como la de soja o girasol, que son volátiles pero clasificadas como Grupo C (no peligrosas), los actores del sector propusieron un enfoque similar para la harina de pescado, basándose en pruebas de estabilidad térmica. Tras una evaluación exhaustiva, la OMI aceptó esta propuesta.
Como resultado, se elaboró un nuevo programa de transporte que detalla los procedimientos y estándares de ensayo necesarios para clasificar la harina de pescado como producto del Grupo C (no peligroso). Bajo esta nueva clasificación, si los resultados de los ensayos, verificados por laboratorios acreditados como SGS o Eurofins, demuestran que el producto es seguro, se podrá embarcar como Grupo C. Esta designación elimina las restricciones sobre el tipo o la concentración de antioxidantes y evita que cada nuevo antioxidante deba pasar por procesos de registro que duran una década. La OMI ratificó la propuesta noruega en septiembre de 2024, aprobando este nuevo enfoque.
“Este cambio de clasificación es significativo”, afirmó Glencross. “Aumenta la disponibilidad de transporte, reduce los costes de envío y seguros, y permite tratar la harina de pescado como cualquier otra carga no peligrosa, como la ropa”.
El nuevo enfoque también simplifica la validación del producto. Tradicionalmente, probar un nuevo antioxidante requería dos años de trabajo y hasta cinco para su aprobación. Ahora, el foco está en los resultados del ensayo de estabilidad térmica, no en el antioxidante en sí. Aunque la prueba térmica cuesta alrededor de USD 1.000 (frente a USD 200 por una prueba de antioxidantes), solo se necesita una vez al año.
Todos los cambios propuestos están atravesando el período reglamentario de revisión de seis meses entre organizaciones navieras globales, iniciado en diciembre de 2024. La reunión final del Comité de Seguridad Marítima (MSC) para aprobar estas enmiendas está programada para junio de 2025 en Londres.
Si se ratifica, el nuevo programa y la clasificación como Grupo C estarán disponibles de forma voluntaria a partir del 1 de enero de 2026, y serán obligatorios en 2027. “Esto representa un cambio regulatorio importante para el sector de los ingredientes marinos, que agiliza los procedimientos de transporte y refuerza la seguridad mediante métodos prácticos basados en la ciencia”, concluyó Glencross.
Nuevos contaminantes bajo la lupa
La EFSA y el Codex Alimentarius están introduciendo nuevas regulaciones para abordar contaminantes como los hidrocarburos de aceites minerales (MOH) en alimentos, con implicaciones que probablemente se extenderán también al pienso.
Los MOH son un grupo diverso de compuestos químicos derivados principalmente de la destilación y refinación del petróleo. Se clasifican en dos grandes categorías: MOSH (hidrocarburos saturados de aceites minerales) y MOAH (hidrocarburos aromáticos de aceites minerales).
Los riesgos para la salud asociados con los MOH varían considerablemente. Los MOAH son particularmente preocupantes, ya que se sospecha que son carcinógenos genotóxicos, es decir, que pueden dañar el ADN y causar cáncer. Los MOSH, aunque menos tóxicos a corto plazo, se acumulan en el hígado y tejidos linfoides. En el caso de los MOAH, la EFSA ha declarado que no se puede establecer un nivel de exposición seguro.
Inicialmente, los métodos de análisis de MOAH se desarrollaron para aceites vegetales como el de oliva o colza. Sin embargo, Glencross informó que, al aplicarlos a aceites marinos, los resultados fueron inconsistentes y poco fiables, incluso entre laboratorios que seguían protocolos idénticos. “El problema radica en la composición única de los aceites marinos, ricos en carotenoides y ácidos grasos omega-3 de cadena larga como EPA y DHA. Durante el pretratamiento químico para el análisis de MOAH, estos compuestos pueden transformarse en estructuras que imitan los MOAH, generando falsos positivos y datos distorsionados”, explicó Glencross.
“La industria planteó esta preocupación a la EFSA, apoyando plenamente el objetivo de eliminar la contaminación por MOH, pero subrayando la necesidad de métodos de medición fiables y específicos. Dado que los métodos actuales no son adecuados, se solicitó tiempo para desarrollar herramientas analíticas mejoradas”, añadió.
En respuesta, IFFO ha lanzado una iniciativa de vigilancia de contaminantes, recolectando muestras de aceites marinos en regiones como Sudamérica y el Atlántico Norte. La organización colabora actualmente con Eurofins para desarrollar un nuevo método específico que permita detectar con precisión MOAH en aceites marinos, considerando las características químicas que los diferencian de los aceites vegetales.
Este enfoque proactivo demuestra el compromiso de la industria con la seguridad del consumidor y el cumplimiento normativo, al tiempo que garantiza que los ingredientes de origen marino sean evaluados de forma justa y precisa.